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Luis Argañarás

Poeta - Dramaturgo

Al referirse a la concepción y concreción de una obra teatral, el dramaturgo argentino Marcelo Bertuccio la caracteriza como "un sistema de indagaciones", en el cual, a través del texto emergente -y subyacentes a él-, distintos niveles (psicológico, social, histórico, ideológico, estético) se relacionan y se plasman en una totalidad donde lo diverso encuentra su punto de unidad y lo complejo se muestra simple, ante la mirada desprevenida del receptor.

La alusión a Bertuccio cabe también para la narrativa, en general, y para BUFEOS, la novela de Marina Nill, en particular.

En ésta, el relato se despliega como un colorido mapa, en donde distintos signos y señales proponen al lector internarse por diferentes rutas, obligándolo -por mérito propio-a un sostenido ejercicio de atención e interés en procura de encontrar el camino "correcto", a fin de arribar a la revelación de la verdad oculta y ocultada.

Lo que en el ejemplo de Bertuccio se resuelve en la escena ante el espectador, en la narración debe resolverse en la historia y en el discurso ante el lector. Hacia esa resolución se encamina cada paso del principal personaje, la psiquiatra Evangelina Devoto.

El psicoanálisis, el esoterismo, las leyendas, la ciencia, la religión, la mitología, la sociedad, la cultura: universos profundos e intensos, puertas abiertas para indagar lo inmensurable. Se entrecruzan, se entrelazan, se imbrican y se articulan con lo cotidiano en una amalgama que mantiene en suspenso a los lectores y no le concede a la doctora Devoto tiempo ni espacio para el mínimo descanso. Bien le cabe a la protagonista la etimología griega de su papel (protagonista: la primera que agoniza).

En efecto, Evangelina indaga, investiga, interroga. Va y viene por senderos que se bifurcan como los de Borges. Se pregunta y pregunta. A los otros, a su profesión, a la vida. Descorre los velos que nadie quiere tocar y se asoma a las ventanas por las que nadie se atreve a mirar. 

Y como en la tragedia griega, la transformación es inevitable. "Sabía que sentiría un desgarro en el corazón, como si fuera el simbolismo de un adiós" (nos cuenta el narrador). Adiós al que "se había negado a asumir, pero, después de todo, la única razón de que la hubiera conservado, era para legársela algún día a su hija. Y el día había llegado".

Como ha llegado el día, amables lectores, de abordar a esos seres inefables que "existen y están al acecho".

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