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Despedir a un amigo poeta

Empezó como una despedida pequeña, íntima, entre la familia y los amigos más cercanos, pero a medida que la fecha se acercaba se fueron sumando más y más personas, incluso desconocidos, que —conmovidos por la tragedia— participaron soltando sus barquitos desde otros ciudades, otras provincias de Argentina, incluso otros países… ¡Maravillas de Internet, como siempre digo, que ha derribado las fronteras físicas y nos hermanó (al menos, en lo que al Arte y las Letras refiere) en una única y gigantesca Nación, cuya bandera flamea con los mismos valores e ideales!

«Escribir es vivir por más tiempo» Tony Zalazar.

Las despedidas no suelen ser una feliz ocasión, menos cuando son para siempre, pero en determinados contextos parecen un mal sueño. Fue lo que pasó con Tony. Nos habíamos saludado por el Día del Escritor apenas unas semanas atrás; después mantuvimos otra breve conversación vía Whatsapp, totalmente cotidiana y natural, y seguimos con nuestras ocupaciones, a la espera de que apareciera una nueva excusa para saludarnos. Era así: no saben cuánto lo lamento, lo lamenté en el pasado con otros amigos y lo seguiré lamentando en el futuro; sé que irremediablemente es así, porque nuestro estilo de vida es tan veloz y absorbente, que deja poco espacio a las cosas que no ocupan un primer lugar en la agenda. Y en mi agenda, hace años que la vida social ocupa el último renglón. Explicar por qué supone enumerar una serie de circunstancias que me dejarían a la altura de La Llorona, así que propongo resumirlo en que por razones de tiempo, dinero, compromisos y prioridades, hace años que mi vida social se ve reducida a ocasiones excepcionales. En ese contexto es que mi vínculo y comunicación más frecuente con el mundo (incluso amigos y familia) pase mayormente por Internet.

Con Tony Zalazar, en nuestro último encuentro.

Tony yo nos vimos personalmente el 29 de octubre de 2019. Ninguno de los dos imaginó que sería la última vez. Nos juntamos a tomar un café en una confitería cercana a la Universidad y ahí nos quedamos un rato largo hablando de todo, porque —como comenté recién— yo estaba desaparecida de la vida social y cada vez que me reunía personalmente con alguien acababa pasando eso. El motivo de la reunión era que necesitaba que me prologaran de nuevo uno de mis libros, el Alternativos 2012. Quería que lo hiciera alguien que conociera al proyecto desde adentro, para poder dimensionar en lo que acabó convirtiéndose. Había pensado en Mario Caparra y él había aceptado, pero después se dio cuenta de que estaba desbordado de trabajo y la misión se le complicaba, por lo que él mismo propuso a Tony en su lugar. Me comuniqué con Tony y él accedió. Por eso estábamos ese día tomando el café: yo le había llevado un juego de los CD-libros de los Alternativos, para que los recorriera, viera quiénes habían pasado por la columna, como ésta había ido creciendo y evolucionando… Escribió un prólogo maravilloso, compartiendo detalles que yo había olvidado e incluso que desconocía, de cuando nos conocimos y lo que hacíamos en esa época.

Cómo nos conocimos merece un párrafo aparte. Fue en el Akampe cultural / grupo P.Ar.I.A. (Proyecto de Artistas Independientes Autogestionados), un grupo maravilloso integrado por Tony, Mario Caparra, Lucas Ameri, David Prez, Ale Schmidt y varios más, en febrero de 2003. Lo de mi escasa vida social viene de muy larga data: quizás, en lugar de echarle la culpa a nuestro vertiginoso estilo de vida, habría que simplificarlo con que soy bastante antisocial. Eso llevó a que cuando —con mi primera novela ya terminada, corregida, lista para editarse— llegué a las oficinas de Rubén Bisceglia, el gran mecenas de los escritores en esa época (por no decir el único), con algunos presupuestos que había juntado en una carpeta y una copia del manuscrito (que no estaba escrito a mano, pero así se les llama) para ver la posibilidad de que se editara bajo su sello, los escritores que estaban a su alrededor se preguntaran de dónde rayos había salido yo, por qué no me conocían ni me habían visto en las actividades que organizaban, y eso me hizo notar la importancia de empezar a vincularme con mis pares. Cuando Rubén Bisceglia me invitó al Akampe cultural que se llevaría en la ciudad de Presidencia Roque Sáenz Peña, en paralelo a la III Feria del Libro Chaqueño, acepté. Y el día indicado estuve allí, junto a un montón de otros escritores y artistas de otras disciplinas, que se habían sumado a la movida.

La primera persona con la que conversé fue Adriana Villalba. Era una estudiante de la Escuela de Bellas Artes, que había sido convocada para pintar a una chica. Pero la chica se estaba demorando y no había llegado al momento de subir al colectivo. Yo supuse (mal) que lo que Adriana tenía que hacer era un retrato de la señorita, y me ofrecí a ocupar su lugar, para que no se truncara su viaje y yo no perdiera la primera amiga que estaba haciendo. Aceptó. ¡Y emprendimos la marcha!

Recitando poesía en la Noche Cultural del Akampe.

A medio camino me enteré de que la pintura en cuestión no era ningún retrato sino un bodypainting para un acto de la inauguración de la Feria del Libro. No había que hacer gran cosa en realidad: no recuerdo si alguien estaría recitando o tocando música o ambas cosas a la vez, y yo tenía que completar el numerito de alguna manera. Reitero: soy escritora. Los públicos no son mi fuerte por naturaleza, si bien —como también soy comunicadora social— aprendí a manejar el pánico escénico y construí desde hace muchos años una buena relación con los públicos… en tanto medien las palabras. De hecho, hoy día, gran parte de mi trabajo se basa en eso. Pero lo que debía hacer en esa ocasión no tenía que ver con el periodismo. Sin embargo, como había dicho que sí (fue mi error suponer en vez de preguntar) y Adriana se había montado en el viaje y había gente esperando por una chica pintada que completara el número, no retrocedí. Había dado mi palabra y la cumpliría… aunque me estaba desarmando de los nervios.

El numerito salió bien. ¡Hasta me aplaudieron! No sé si porque realmente les gustó o por compromiso. A partir de entonces, todo fue socializar, recorrer la Feria, pasear por Sáenz Peña, conocernos entre los que habíamos emprendido la aventura… Y en ese contexto, días después, ya acercándose el cierre de la Feria y el final del Akampe, viendo qué más podíamos hacer, surgió la idea de una noche cultural con música, cuadros y libros expuestos, recitados… En ese marco, volvió el bodypainting, pero sin tantos nervios porque ya tenía la experiencia anterior y porque en esta ocasión sería solo entre nosotros y el público que se sumara, algo más íntimo e informal. Lo saco a colación porque en esa ocasión Tony y yo actuamos juntos: mientras él recitaba uno de sus poemas, yo acompañaba las palabras con movimientos. Una vez más, nos aplaudieron. Creo que admiraron más mi coraje de prestarme al espectáculo, que lo que logré hacer en sí.

En estos años —que llegaron a ser dieciocho— Tony formó parte de importante de mi vida, aunque nos veíamos poco, en parte porque yo seguía teniendo poca vida social (siempre tenía una buena razón, no voy a extenderme en eso) y en parte porque él se fue a vivir a Corrientes, lo que dificultó aún más que coincidiéramos cuando al fin a mí se me ocurría salir. Las veces que lo hacíamos, era genial. Tony era una máquina de generar ideas, de tender puentes de la Literatura hacia la gente: a su lado, mientras lo escuchábamos, SABIAMOS que todo era posible. Él lo hacía posible: su fuerza, su convicción, el entusiasmo que contagiaba a los demás, lo hacía posible. Haciendo de puente, Tony me presentó a una de las que hoy es una de mis mejores amigas: Marina Diez De Los Ríos, con quien nos embarcamos en no pocos proyectos culturales juntas. Y a muchos más que no podría enumerar por miedo a olvidarme de alguno.

No nos veíamos, pero yo sabía que Tony estaba. Que algún día volveríamos a cruzarnos en alguna actividad cultural, como pasaba siempre. Mientras tanto, seguíamos conectados desde Internet. Así, tuve el placer de entrevistarlo para el Alternativos 2013, tengo el honor de su prólogo en el Alternativos 2012 y me quedan cantidad de recuerdos imposibles de plasmar todos en este papel. Por mucho que trate, me quedan incompletos.

El miércoles 30 de junio vi en uno de los muchos grupos de escritores que integro en Whatsapp, una foto con una frase de despedida a Tony. Aturdida con mil cosas —especialmente tras año y medio de encierro y a la defensiva por las dudas de otra muerte por el condenado bicho— no lo reconocí. Remando en un bote, de traje y perfil con los gruesos anteojos (yo tampoco estoy muy bien de la vista que digamos) no me di cuenta de que era él. Maldije en mi interior por la pérdida de otra persona, otro escritor, y continué como autómata con el trabajo.

Fue Marina Diez De Los Ríos quien me despabiló. A la mañana siguiente, antes de haber salido siquiera de la cama, mientras miraba el teléfono para ver si había algo urgente que responder o para hacer, hallé un mensaje suyo. Un audio. Al abrir el chat, arriba del audio, encontré la misma foto que había visto la tarde anterior, pero ahora bajo el titular de un diario que anunciaba su muerte. Y entre ambos, el enlace a la noticia de ese mismo medio. No había sido el virus. De haber sido el virus, lo habríamos podido entender como parte de lo que estamos viviendo y habría dolido de otra manera.

Preparando los barquitos para la suelta del 17 de julio.

No lo pude creer entonces y sigo con creerlo ahora. Aislada por fuerza mayor, aunque hubiera querido se complicaba al infinito ir hasta Barranqueras para despedirlo. Así que ofrecí lo único que podía hacer a la distancia, lo que había hecho siempre: prensa y difusión, a los medios de comunicación y desde las redes sociales. De esa manera colaboré con la despedida que con tanto amor organizaron Myrian Castillo, Silvio Dante y los demás escritores de la agrupación A.L.Ba (Amigos de las Letras de Barranqueras). Así, se sumó al homenaje Noemí Alicia Mayoral desde su programa de radio on line en Buenos Aires, gente de la Sociedad Argentina de Escritores (S.A.D.E) de toda Argentina e incluso escritores y desconocidos de otros países, participaron de la despedida soltando sus barquitos de papel con poemas de Tony o para Tony y frases de despedida, haciendo fotos y filmando videos recitando, que fueron subidos al canal en Youtube de ALBa y pueden verse desde este enlace. A Tony lo despidieron como se merecía: no solo como un poeta y lector ávido cuyo compromiso con las Letras era casi como un matrimonio, sino como un gestor cultural que unió toda una región y no se cansó de inventar maneras para hacer libros y Literatura más atractivos. El día de su cumpleaños, el 28 de julio, lo homenajeé con un vivo a través de Stream Yard, del que participaron algunos amigos y su hermano, Juan Zalazar. Al mismo tiempo, otro grupo de amigos lo estaban homenajeando en el Cecual de Resistencia.

A pesar de todo, la sensación de irrealidad no afloja. Comenzó en esos días, cuando salían en los diarios la noticia de su muerte y del homenaje que se haría, refiriéndose a él en pasado. Aun hoy me cuesta hablar de Tony en pasado. Quizás por lo reciente, quizás por la huella grande que dejó, quizás porque era joven y estaba lleno de proyectos y cuesta aceptar que el capítulo de su vida se terminó y de manera tan abrupta.

Nos queda, a quienes lo conocimos, a sus amigos, una esperanza. Tony no se irá del todo mientras sigamos recordándolo, leyendo sus poemas en las movidas culturales, contándole a quienes no tuvieron la suerte de conocerlo, la maravillosa persona que era. Es esperanza y es compromiso. Y somos muchos dispuestos a eso. Yo, por mi parte, los invito ahora mismo a conocerlo o recordarlo, en su propia voz, a través de este enlace que tan generosamente me facilitó María Laura Riba, de unos poemas que Tony leyó para Diario Momarandú en 2019.

Me despido por ahora. ¡Y que viva la Poesía!Empezó como una despedida pequeña, íntima, entre la familia y los amigos más cercanos, pero a medida que la fecha se acercaba se fueron sumando más y más personas, incluso desconocidos, que —conmovidos por la tragedia— participaron soltando sus barquitos desde otros ciudades, otras provincias de Argentina, incluso otros países… ¡Maravillas de Internet, como siempre digo, que ha derribado las fronteras físicas y nos hermanó (al menos, en lo que al Arte y las Letras refiere) en una única y gigantesca Nación, cuya bandera flamea con los mismos valores e ideales!

«Escribir es vivir por más tiempo» Tony Zalazar.

Las despedidas no suelen ser una feliz ocasión, menos cuando son para siempre, pero en determinados contextos parecen un mal sueño. Fue lo que pasó con Tony. Nos habíamos saludado por el Día del Escritor apenas unas semanas atrás; después mantuvimos otra breve conversación vía Whatsapp, totalmente cotidiana y natural, y seguimos con nuestras ocupaciones, a la espera de que apareciera una nueva excusa para saludarnos. Era así: no saben cuánto lo lamento, lo lamenté en el pasado con otros amigos y lo seguiré lamentando en el futuro; sé que irremediablemente es así, porque nuestro estilo de vida es tan veloz y absorbente, que deja poco espacio a las cosas que no ocupan un primer lugar en la agenda. Y en mi agenda, hace años que la vida social ocupa el último renglón. Explicar por qué supone enumerar una serie de circunstancias que me dejarían a la altura de La Llorona, así que propongo resumirlo en que por razones de tiempo, dinero, compromisos y prioridades, hace años que mi vida social se ve reducida a ocasiones excepcionales. En ese contexto es que mi vínculo y comunicación más frecuente con el mundo (incluso amigos y familia) pase mayormente por Internet.

Con Tony Zalazar, en nuestro último encuentro.

Tony yo nos vimos personalmente el 29 de octubre de 2019. Ninguno de los dos imaginó que sería la última vez. Nos juntamos a tomar un café en una confitería cercana a la Universidad y ahí nos quedamos un rato largo hablando de todo, porque —como comenté recién— yo estaba desaparecida de la vida social y cada vez que me reunía personalmente con alguien acababa pasando eso. El motivo de la reunión era que necesitaba que me prologaran de nuevo uno de mis libros, el Alternativos 2012. Quería que lo hiciera alguien que conociera al proyecto desde adentro, para poder dimensionar en lo que acabó convirtiéndose. Había pensado en Mario Caparra y él había aceptado, pero después se dio cuenta de que estaba desbordado de trabajo y la misión se le complicaba, por lo que él mismo propuso a Tony en su lugar. Me comuniqué con Tony y él accedió. Por eso estábamos ese día tomando el café: yo le había llevado un juego de los CD-libros de los Alternativos, para que los recorriera, viera quiénes habían pasado por la columna, como ésta había ido creciendo y evolucionando… Escribió un prólogo maravilloso, compartiendo detalles que yo había olvidado e incluso que desconocía, de cuando nos conocimos y lo que hacíamos en esa época.

Cómo nos conocimos merece un párrafo aparte. Fue en el Akampe cultural / grupo P.Ar.I.A. (Proyecto de Artistas Independientes Autogestionados), un grupo maravilloso integrado por Tony, Mario Caparra, Lucas Ameri, David Prez, Ale Schmidt y varios más, en febrero de 2003. Lo de mi escasa vida social viene de muy larga data: quizás, en lugar de echarle la culpa a nuestro vertiginoso estilo de vida, habría que simplificarlo con que soy bastante antisocial. Eso llevó a que cuando —con mi primera novela ya terminada, corregida, lista para editarse— llegué a las oficinas de Rubén Bisceglia, el gran mecenas de los escritores en esa época (por no decir el único), con algunos presupuestos que había juntado en una carpeta y una copia del manuscrito (que no estaba escrito a mano, pero así se les llama) para ver la posibilidad de que se editara bajo su sello, los escritores que estaban a su alrededor se preguntaran de dónde rayos había salido yo, por qué no me conocían ni me habían visto en las actividades que organizaban, y eso me hizo notar la importancia de empezar a vincularme con mis pares. Cuando Rubén Bisceglia me invitó al Akampe cultural que se llevaría en la ciudad de Presidencia Roque Sáenz Peña, en paralelo a la III Feria del Libro Chaqueño, acepté. Y el día indicado estuve allí, junto a un montón de otros escritores y artistas de otras disciplinas, que se habían sumado a la movida.

La primera persona con la que conversé fue Adriana Villalba. Era una estudiante de la Escuela de Bellas Artes, que había sido convocada para pintar a una chica. Pero la chica se estaba demorando y no había llegado al momento de subir al colectivo. Yo supuse (mal) que lo que Adriana tenía que hacer era un retrato de la señorita, y me ofrecí a ocupar su lugar, para que no se truncara su viaje y yo no perdiera la primera amiga que estaba haciendo. Aceptó. ¡Y emprendimos la marcha!

Recitando poesía en la Noche Cultural del Akampe.

A medio camino me enteré de que la pintura en cuestión no era ningún retrato sino un bodypainting para un acto de la inauguración de la Feria del Libro. No había que hacer gran cosa en realidad: no recuerdo si alguien estaría recitando o tocando música o ambas cosas a la vez, y yo tenía que completar el numerito de alguna manera. Reitero: soy escritora. Los públicos no son mi fuerte por naturaleza, si bien —como también soy comunicadora social— aprendí a manejar el pánico escénico y construí desde hace muchos años una buena relación con los públicos… en tanto medien las palabras. De hecho, hoy día, gran parte de mi trabajo se basa en eso. Pero lo que debía hacer en esa ocasión no tenía que ver con el periodismo. Sin embargo, como había dicho que sí (fue mi error suponer en vez de preguntar) y Adriana se había montado en el viaje y había gente esperando por una chica pintada que completara el número, no retrocedí. Había dado mi palabra y la cumpliría… aunque me estaba desarmando de los nervios.

El numerito salió bien. ¡Hasta me aplaudieron! No sé si porque realmente les gustó o por compromiso. A partir de entonces, todo fue socializar, recorrer la Feria, pasear por Sáenz Peña, conocernos entre los que habíamos emprendido la aventura… Y en ese contexto, días después, ya acercándose el cierre de la Feria y el final del Akampe, viendo qué más podíamos hacer, surgió la idea de una noche cultural con música, cuadros y libros expuestos, recitados… En ese marco, volvió el bodypainting, pero sin tantos nervios porque ya tenía la experiencia anterior y porque en esta ocasión sería solo entre nosotros y el público que se sumara, algo más íntimo e informal. Lo saco a colación porque en esa ocasión Tony y yo actuamos juntos: mientras él recitaba uno de sus poemas, yo acompañaba las palabras con movimientos. Una vez más, nos aplaudieron. Creo que admiraron más mi coraje de prestarme al espectáculo, que lo que logré hacer en sí.

En estos años —que llegaron a ser dieciocho— Tony formó parte de importante de mi vida, aunque nos veíamos poco, en parte porque yo seguía teniendo poca vida social (siempre tenía una buena razón, no voy a extenderme en eso) y en parte porque él se fue a vivir a Corrientes, lo que dificultó aún más que coincidiéramos cuando al fin a mí se me ocurría salir. Las veces que lo hacíamos, era genial. Tony era una máquina de generar ideas, de tender puentes de la Literatura hacia la gente: a su lado, mientras lo escuchábamos, SABIAMOS que todo era posible. Él lo hacía posible: su fuerza, su convicción, el entusiasmo que contagiaba a los demás, lo hacía posible. Haciendo de puente, Tony me presentó a una de las que hoy es una de mis mejores amigas: Marina Diez De Los Ríos, con quien nos embarcamos en no pocos proyectos culturales juntas. Y a muchos más que no podría enumerar por miedo a olvidarme de alguno.

No nos veíamos, pero yo sabía que Tony estaba. Que algún día volveríamos a cruzarnos en alguna actividad cultural, como pasaba siempre. Mientras tanto, seguíamos conectados desde Internet. Así, tuve el placer de entrevistarlo para el Alternativos 2013, tengo el honor de su prólogo en el Alternativos 2012 y me quedan cantidad de recuerdos imposibles de plasmar todos en este papel. Por mucho que trate, me quedan incompletos.

El miércoles 30 de junio vi en uno de los muchos grupos de escritores que integro en Whatsapp, una foto con una frase de despedida a Tony. Aturdida con mil cosas —especialmente tras año y medio de encierro y a la defensiva por las dudas de otra muerte por el condenado bicho— no lo reconocí. Remando en un bote, de traje y perfil con los gruesos anteojos (yo tampoco estoy muy bien de la vista que digamos) no me di cuenta de que era él. Maldije en mi interior por la pérdida de otra persona, otro escritor, y continué como autómata con el trabajo.

Fue Marina Diez De Los Ríos quien me despabiló. A la mañana siguiente, antes de haber salido siquiera de la cama, mientras miraba el teléfono para ver si había algo urgente que responder o para hacer, hallé un mensaje suyo. Un audio. Al abrir el chat, arriba del audio, encontré la misma foto que había visto la tarde anterior, pero ahora bajo el titular de un diario que anunciaba su muerte. Y entre ambos, el enlace a la noticia de ese mismo medio. No había sido el virus. De haber sido el virus, lo habríamos podido entender como parte de lo que estamos viviendo y habría dolido de otra manera.

Preparando los barquitos para la suelta del 17 de julio.

No lo pude creer entonces y sigo con creerlo ahora. Aislada por fuerza mayor, aunque hubiera querido se complicaba al infinito ir hasta Barranqueras para despedirlo. Así que ofrecí lo único que podía hacer a la distancia, lo que había hecho siempre: prensa y difusión, a los medios de comunicación y desde las redes sociales. De esa manera colaboré con la despedida que con tanto amor organizaron Myrian Castillo, Silvio Dante y los demás escritores de la agrupación A.L.Ba (Amigos de las Letras de Barranqueras). Así, se sumó al homenaje Noemí Alicia Mayoral desde su programa de radio on line en Buenos Aires, gente de la Sociedad Argentina de Escritores (S.A.D.E) de toda Argentina e incluso escritores y desconocidos de otros países, participaron de la despedida soltando sus barquitos de papel con poemas de Tony o para Tony y frases de despedida, haciendo fotos y filmando videos recitando, que fueron subidos al canal en Youtube de ALBa y pueden verse desde este enlace. A Tony lo despidieron como se merecía: no solo como un poeta y lector ávido cuyo compromiso con las Letras era casi como un matrimonio, sino como un gestor cultural que unió toda una región y no se cansó de inventar maneras para hacer libros y Literatura más atractivos. El día de su cumpleaños, el 28 de julio, lo homenajeé con un vivo a través de Stream Yard, del que participaron algunos amigos y su hermano, Juan Zalazar. Al mismo tiempo, otro grupo de amigos lo estaban homenajeando en el Cecual de Resistencia.

A pesar de todo, la sensación de irrealidad no afloja. Comenzó en esos días, cuando salían en los diarios la noticia de su muerte y del homenaje que se haría, refiriéndose a él en pasado. Aun hoy me cuesta hablar de Tony en pasado. Quizás por lo reciente, quizás por la huella grande que dejó, quizás porque era joven y estaba lleno de proyectos y cuesta aceptar que el capítulo de su vida se terminó y de manera tan abrupta.

Nos queda, a quienes lo conocimos, a sus amigos, una esperanza. Tony no se irá del todo mientras sigamos recordándolo, leyendo sus poemas en las movidas culturales, contándole a quienes no tuvieron la suerte de conocerlo, la maravillosa persona que era. Es esperanza y es compromiso. Y somos muchos dispuestos a eso. Yo, por mi parte, los invito ahora mismo a conocerlo o recordarlo, en su propia voz, a través de este enlace que tan generosamente me facilitó María Laura Riba, de unos poemas que Tony leyó para Diario Momarandú en 2019.

Me despido por ahora. ¡Y que viva la Poesía!

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