top of page

¿Importa la extensión del libro?

Marina Nill

Una pregunta que me han hecho reiteradamente tiene que ver con la extensión del libro. En concreto, me decían algo así como: «Mi libro tiene x cantidad de páginas. ¿Eso está bien o es un problema?»

Lo que primero respondo, invariablemente, antes de ahondar en el tema, es que lo importante es que el libro cierre en sí mismo. Esto aplica en especial a novelas y libros que desarrollan alguna temática puntual (de medicina, arquitectura, turismo, el tema que sea) a los que no le harán ningún bien que el autor comience a quitar páginas porque sí.

También podría aplicar a poemas, poesías, cuentos y relatos, si el escritor tiene una intención determinada al haber hecho esa selección y ordenarla de esa manera. Caso contrario, solo tendría que hacer una nueva selección hasta reducir la cantidad de páginas al número deseado.


¿En qué casos hay que ajustarse a una extensión determinada?


En términos generales, la extensión no tendría que ser un problema. La creatividad del artista no debería ser limitada por ella. Sin embargo, hay un par de casos puntuales en los que la extensión de un libro sí se convierte en condicionante.

Uno de ellos, es al momento de imprimirlo. Naturalmente, a mayor cantidad de páginas, mayor será el costo. Y si es el mismo escritor quien correrá con los gastos, puede ponerse difícil. De todas formas, insisto en que la creatividad, la expresividad del autor, no deberían estar condicionadas por esto.

El otro tiene que ver con los concursos. Generalmente, en las bases y condiciones señalan que “no deberá superar las x páginas” o, por el contrario, “no podrá tener menos de x páginas” o “a partir de x páginas”.


¿Es el libro digital una solución?


En principio, podríamos decir ―si lo pensamos en función a los costos― que el libro digital los reduce bastante. Al no precisar papel ni insumos ni pasar por una imprenta, el costo de un libro digital es notablemente menor al del libro en papel.

Sin embargo, hay una inversión que recomiendo hacer siempre, si de verdad pensamos salir al mercado a competir con nuestro libro. La primera es la corrección. Por más atentos que seamos, siempre habrá algo que se nos escapará. No me refiero solo a la ortografía y sintaxis: podría ser algún error de construcción de la historia, la trama o el argumento (si creían que eran lo mismo, les dejo esta entrada genial al blog de Esther Magar, donde explica claramente qué es cada uno), puede haber repeticiones, contradicciones, incoherencias… Lo mismo aplica para los personajes, en caso de haberlos, y la poesía tampoco se salva de necesitar un par de ojos ajenos que la revisen. Siempre, sea del género que sea, el libro necesita un buen corrector. Repito: un buen corrector. Cuesta encontrarlos y suelen salir caros, pero más caro sale hacer el esfuerzo por pagar la tirada y encontrarnos después con el error, cuando ya no se lo puede corregir.

Lo segundo, no por eso menos importante, es el diseño. Aunque más no sea para tapa, lomo y contratapa, contraten un diseñador gráfico. Recuerden que la tapa es el rostro del libro: con ella saldrá a competir con otros libros de su mismo género en librerías de papel y digitales. Es importante que al diseño lo haga una persona especializada en hacer portadas. No se valen el sobrino ni el vecino que maneja un programa de diseño, a menos que se dedique de manera profesional y sepa hacerlo. Tengan en cuenta que manejar un programa de diseño (o varios) no convierte en diseñador a nadie, de la misma manera en que saber usar el Word no los convierte en escritores.

Finalmente, si quieren un libro amable para cualquier dispositivo, con un texto fluido que se adapte, conviene que se inclinen por un epub (a mi criterio, uno de los mejores formatos al día de hoy). Es la tercera inversión que les conviene hacer, porque convertir un libro a epub no es como convertirlo a PDF: no existe la opción “guardar como epub”. Se trata de un trabajo bastante complejo, en el que hay que copiar el texto sin formato en un documento nuevo y formatearlo desde cero, siguiendo una serie de pasos para lograr ese efecto flexible, adaptable a cualquier dispositivo. Es algo que podrían aprender a hacer ustedes mismos si tienen ganas y paciencia, pero en el caso de que no, les conviene contratar a alguien que sepa hacerlo. Aprovecho para recordarles que yo ofrezco ese servicio desde la Oficina, tras haber aprendido a convertir libros practicando con los míos, en la época en que muté de PDF a un formato más actual.


Algunos trucos

Antes de comentárselos, vale aclarar que la extensión no cambia, a menos que eliminemos o agreguemos texto. Y esto ocurre porque lo correcto sería hablar de extensión en función de cantidad de palabras, no de páginas, pues estas últimas dependen de varias variables: tamaño del papel, tipo y tamaño de fuente, interlineado, márgenes… Si modificamos uno de ellos, la cantidad de páginas se alterará. En cambio, si hablamos de cantidad de palabras, esta se mantendrá igual por mucho que cambiemos las demás variables.

Los trucos que les enseñaré tienen que ver, por lo tanto, con modificar la cantidad de páginas sin tener que afectar al texto.


Para reducir la extensión


Lo más fácil y práctico es buscar una fuente delgada y elegir un tamaño que, sin ser grande, se pueda leer bien y no complique a las personas con problemas visuales. Un ejemplo sería Times New Roman 12 u 11. También puede conversarse con la editorial y / o imprenta, hasta cuántos milímetros pueden reducirse los márgenes sin que afecte a la encuadernación ni a la comodidad de lectura. Otro truco que ayuda a ahorrar muchísimo papel, es no comenzar cada capítulo en la hoja siguiente, sino a continuación del anterior. Lo mismo en el caso de las poesías: en vez de poner una por página, ubicar con un diseño bien hecho, una debajo de otra. De todas formas, el problema de la extensión no suele darse en los libros de poesías: hasta ahora, solamente he visto un poeta que edita de esta manera sus libros, y eso porque es muy prolífico.


Para ampliar la extensión


Naturalmente, deberíamos hacer lo contrario de lo dicho en el apartado anterior: buscar una fuente con más cuerpo, en un tamaño mayor, ampliar el interlineado y los márgenes, empezar cada capítulo en una hoja nueva… Eventualmente con todo esto no sea suficiente, siempre queda la opción de elegir un tamaño más pequeño de papel: eso automáticamente aumenta el número de páginas.

¿En qué casos sería necesario o conveniente esto? Principalmente, en aquellos en los que el libro tiene tan pocas hojas, que no llegan a sumar la cantidad necesaria para formar el lomo.

Para finalizar, les dejo aquí el vivo que hice desde mi canal de YouTube sobre este tema, donde podrán ver los libros que muestro para ejemplificar cada caso.

¿Alguna vez se preguntaron si la extensión de sus escritos era la adecuada? ¡Los leo!

0 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page